El
17 de octubre de 1934 fallecía tras 82 años de vida, una de las cabezas de la
llamada Generación de Sabios, el egregio doctor Don Santiago Ramón y Cajal, considerado el padre de la neurociencia y uno de los
científicos españoles con mayor fama internacional. Formuló en 1891 la Doctrina
de la Neurona, y fue miembro de varias academias científicas de Europa y América.
Obtuvo
junto al citólogo italiano Camillo Golgi el Premio Nobel de Fisiología y
Medicina en 1906, en
reconocimiento por sus trabajos sobre la estructura del sistema nervioso.
Es, hasta ahora, el único Premio Nobel científico obtenido por un español en
España – es preciso recordar que a pesar que el Doctor Severo Ochoa lo obtuvo,
lo hizo para EEUU -.
En 1922 fundó en Madrid el Instituto Cajal para el desarrollo de la investigación
neurohistológica - actualmente centro de investigación neurobiológica y,
el más antiguo de España, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones
Científicas- .
Entre las diversas publicaciones que realizó Don
Santiago Ramón y Cajal, destaca: Histología
del sistema nervioso del hombre y los vertebrados (1905), para muchos, reconocida como
una de las más importantes obras de neurobiología publicadas hasta la fecha.
Su labor no sólo se centró en la neurología, si
no que se extendió al tratamiento del cólera - enfermedad que en 1885 causó más
de 5.000 muertes en Valencia –introduciendo por primera vez en la historia de
la Medicina la vacuna química para el tratamiento de enfermedades, el cáncer, la
higiene y la fotografía en color.
Entre los Actos ideados, el día 23 se llevó a cabo una
jornada de puertas abiertas en la Real Academia Nacional de Medicina – de la
que él fue Académico ocupando
el sillón número 38 de Histología – en la que tuvo lugar la lectura continuada de la obra “Recuerdos de mi vida” escrita por el
mismo Santiago Ramón y Cajal, en la que participaron importantes figuras del
mundo de la cultura, la ciencia y la política.
La Fundación Salud
2000 tuvo el honor de poder intervenir en el magnífico acto a través de la
lectura de un fragmento de ese libro; mediante, en definitiva, de la lectura de
un trozo de la vida de un científico que tanto ha contribuido al impulso de la
ciencia de este país:
“(…) La admiración de la Naturaleza constituía también, según llevo
dicho, una de las tendencia irrefrenables de mi es espíritu. No me saciaba de
contemplar los esplendores del sol, la magia de los crepúsculos, las
alternativas de la vida vegetal con sus fastuosas fiestas primaverales, el misterio
de la resurrección de los insectos y la decoración variada y pintoresca de las
montañas. Todas las horas de asueto que mis estudios me dejaban pasábalas
correteando por los alrededores del pueblo, explorando barrancos, ramblas,
fuentes, peñascos y colinas, con gran angustia de mi madre, que temía siempre,
durante mis largas ausencias, algún accidente. Como derivación de estos gustos,
sobrevino luego en mí la pasión por los animales, singularmente por los
pájaros, de que hacía gran colección. Complacíame en criarlos de pequeñuelos,
en construirles jaulas de mimbre o de cañas, y en prodigarles toda clase de
mimos y cuidados (…).”
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